Desde niños nos vemos sometidos a estímulos constantes, especialmente en la sociedad occidental. Las tecnologías han aumentado dichos estímulos hasta crear dependencia a televisión, videojuegos y redes sociales. Somos la generación más interconectada con los demás y la más desconectada con nosotros mismos, hasta el punto de no saber quienes somos. Esto ha provocado el aumento de enfermedades mentales como la depresión por el constante bombardeo comparativo de unas personas con otras, que nos hace luchar entre nosotros para ver quien es el mejor. Sin embargo no nos damos cuenta de que las comparaciones son ficticias, pues las vidas que se muestran ante nuestros ojos son un porcentaje tan nimio y a la vez falso, que no somos capaces de vislumbrar la miseria que puede haber detrás. Es importante saber distinguir nuestro yo externo y nuestro yo interno para llegar a un consenso equilibrado, y no ver mermada nuestra salud mental por ese sobre estímulo que nos obliga a alcanzar un estatus que muy probablemente en el fondo no deseamos.
Continúa leyendo 👇🏼👇🏼👇🏼